¿Podrá evitarse que Libia caiga en el caos?

Los rebeldes dicen tener un plan de transición. Pero la duda es si podrán aplicarlo en un país fragmentado en tribus y luego de seis meses de guerra civil. La estabilización de Libia es también tarea de Europa

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El diario británico The Times reveló recientemente un documento secreto según el cual los insurgentes y sus aliados previeron un destacamento especial formado por entre 10 y 15 mil hombres reclutados fuera de los bastiones rebeldes para garantizar la seguridad a los dos millones de habitantes de Trípoli. La jefatura de los rebeldes, constituida en un Consejo Nacional de Transición libio (CNT), afirma tener ya representantes políticos en la capital, así como agentes de seguridad sin compromisos con el antiguo régimen.

Según el columnista James Hider, del Times, "la OTAN quiere evitar a cualquier precio los desastrosos errores cometidos en Bagdad, donde el Ejército fue totalmente destruido, y el partido BAAS, anteriormente en el poder, purgado". El resultado de esas medidas fue que cientos de miles de soldados profesionales se encontraron de pronto desocupados, privados de ingresos y por lo tanto susceptibles de ser reclutados por los que se levantaban contra la ocupación extranjera.

Como en toda transición revolucionaria, sobre todo cuando acontece luego de una guerra civil, también en Libia pueden preverse tiempos de represalias, masacre de la población, saqueos y destrucción de la infraestructura. Nada de ello contribuirá a la reconstrucción del país.

Por otra parte, cuesta imaginar que una conducción colectiva como la del CNT -con más de 30 miembros- no esté sometida a tensiones e inestabilidad. El vacío de poder que dejará un régimen tan personalista y autoritario como el de Khadafi, ejercido además sobre una sociedad que no tiene cultura de partidos políticos ni de procesos electorales, no será fácil de llenar. Más aún considerando que existen grandes divisiones entre los rebeldes del este y del oeste del país. Ello, sumado a la desconfianza que generan algunos tránsfugas del régimen que, hasta hace muy poco, revistaban en las filas del régimen. Es el caso del propio presidente del Consejo, Mustafa Abdel Jalil.

Por otra parte, el misterioso asesinato del jefe militar de los rebeldes, el general Younes, es un episodio atribuido a la lucha interna de poder en el CNT.

Libia ha estado, de hecho, partida en dos durante seis meses. La reunificación no será fácil. En muchas áreas de la administración -como el petróleo, por ejemplo, vital para la economía del país- es posible que sea más conveniente a los intereses libios mantener a los cuadros hoy a cargo. Una estabilidad contra la cual puede atentar cualquier purga inspirada en el deseo de represalias, en la ideología o la lucha de facciones.

El embrión de gobierno provisional que es el CNT no basta para generar confianza interna y externa. Y existe el temor de que se desate una guerra intertribal en una nación que sigue dividida en clanes.

Hanan Ghosheh, una activista libio-estadounidense que lanzó varios llamados a favor de la oposición libia, escribió una columna en The National, en la cual admite que "luego de 42 años de dictadura asfixiante, los libios no están evidentemente preparados para una repentina vacancia en el poder". Sin embargo, "a fin de preservar su muy novedosa libertad e impedir que el país se hunda en el caos, un gobierno provisorio ha sido formado e instalado oficialmente el 5 de marzo; (sus) 31 miembros son universitarios y profesionales, entre ellos hay varias mujeres, y fueron nombrados por los consejos locales que representan varias regiones del país", agregó.

Ahora bien, la composición del CNT (ver ¿Quién conduce la rebelión?) es secreta, por lo cual es difícil saber su grado de representatividad real.

Ghosheh asegura que el Consejo ha dado muestras de transparencia y de apertura y que en su proyecto de gobierno democrático está estipulado que Libia "rechazará la violencia, el terrorismo, la intolerancia y el aislamiento cultrual, respetando los derechos humanos". Desde el punto de vista económico, ha prometido preservar los acuerdos internacionales vigentes, proteger los intereses occidentales en Libia y establecer una economía de libre mercado.

El éxito de la insurrección libia encuentra a Europa -la región que más trabajó por la caída del régimen de Khadafi- debilitada por la crisis económica. "Si Libia es abandonada a su suerte por una Europa que lidia con su crisis financiera, la victoria bien podría saldarse con un fracaso", dice el diario italiano La Stampa. En Bruselas, sede del gobierno de la Unión Europea, circula la cínica expresión: "un éxito catastrófico", en referencia a la toma de Trípoli por los rebeldes.

Existen antecedentes de este tipo de paradojas -Afganistán, los Balcanes...- que ilustran my bien los riesgos del día después. Uno de ellos es que el tan esperado derrocamiento de Khadafi abra la puerta a una nueva oleada de violencia debida al ajuste de cuentas y la lucha facciosa por el poder. La víctima principal será la población civil.

París y Londres, los dos gobiernos que asumieron el grueso de la responsabilidad de esta operación, están ambos enfrascados en problemas internos. Pero ello no los eximirá de la tarea de contribuir a aseguar la transición, mediante asistencia técnica y financiera, que deberá sumarse a la militar. Pero cabe recordar que esta última se limitó al bombardeo aéreo y que no hay presencia terrestre de contingentes extranjeros. Por lo tanto, la seguridad será responsabilidad del CNT. Y no será una faena sencilla.

En el plano político, las incógnitas abundan. ¿Reconocerán todos los libios la autoridad del CNT? ¿Podrá éste conducir el necesario proceso de reconciliación? ¿Quedarán contenidas las tensiones tribales?

Europa debe, por lo tanto, librar dos guerras a la vez: contra la crisis del euro y por la pronta estabilización de Libia. "Para quienes piensan en los intereses políticos del Viejo Continente, frenar el derrumbe de las bolsas y administrar el del régimen de Khadafi son tareas diferentes y alejadas sólo en apariencia. La seguridad de los europeos depende tanto de una como de otra", concluye La Stampa.

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